viernes, 30 de marzo de 2012

ÁNGEL


Es un niño rubio, de grandes ojos azules , pequeño pero no flaco. Nadie diría que es un gitanillo que se dedica a recoger hierros viejos junto con su padre. Uno más de la veintena que están acogidos en La Misericordia por el Tribunal Tutelar de Menores y vienen a clase conmigo, a un aula oscura, fría, escondida, que está al final de un pasillo largo, lejos de las otras aulas, para " integrarse en un colegio normal". Sus manos tienen callos y no ha cumplido los seis años. Creo que es un niño feliz y lleno de energía.

De las pocas certezas que hay en su vida, la que más goza es la que le aporta el indio amarillo de plástico que cada día trae en su mano, lleva un hacha amenazante y una corona de plumasalrdedor de su cabeza. El indio y Ángel son casi la misma cosa. Lo lanza una y otra vez en el pasillo, en el patio, en la clase. Siempre el indio cae en algún sitio no muy lejano, lo encuentra y otra vez lo vuelve a lanzar. Nadie se atreve a coger el indio de Ángel y no hace falta saber por qué.


Yo lo observaba en su afán porque aquello tenía que ser un mensaje escondido. Las vocales, las consonantes y las letras, lo mismo que los números eran pecata minuta en aquel ambiente y afortunadamente me di cuenta, no muy tarde, por lo que no les amargué aún más la vida de lo que ya la tenían; así aprendimos mucho todos, ellos y yo.

Estuve presente el día en que el indio de plástico subió pero no bajó. Puede ver su expresión de asombro y la cabeza volviéndose a un lado y a otro buscando a ver a dónde había ido a parar aquella vez. Pero el indio no cayó y yo tambíen mesorprendí porque algo raro había pasado. Él se encogió de hombros, yo le di su trabajo para que se entretuviese y me olvidé del indio porque estaban todos esperando cuál ere su menú intelectual para aquel día.

Por la clase deambulaba otro niño que era ambliope. Yo no sabía nada de ese problema, ni cómo se debía tratar. Solo vi que él colocaba la mano en su cara como si mirase por un catalejo para ver mejor. Su andar era lento y arrastrado . Ángel era ágil y vivo, veía perfectamente y no se metía en la vida de nadie. Pero un día sus vidas se cruzaron.

Afilar el lápiz sigue siendo muy divertido y cuando se hacen varios kilopondios sobre un papel la pica del lápiz suele romper. Así que las visitas a la papelera eran frecuentes. En ella coincidieron los dos. Ángel sentado en el suelo afilaba cómodamente de manera que las virutas caían en su sitio.Todo lo largo que era el ambliope estaba de pie junto al gitanito rubio. 

Quizá se llamase Manuel, no lo recuerdo bien, pero ya tenía once años y, evidentemente para mí, no debería estar "integrado" en medio de nosotros.Ya su modo de llegar no fue agradable porque arrastraba sus pies con inseguridad y chocó con el que ya estaba allí. Se puso a afilar y sus virutas caían desde lo alto sobre el rubio. Ángel miró hacia arriba muy sabedor de que allí estaba la causa de su malestar y algo hizo. Manuel ,desde lo alto de su estatura y poniendo el catalejo manual, miró hacia abajo a ver qué estaba pasando tan lejos de su cara. Eso fue muy grave, ya no empujarlo con los pies, no regarlo devirutas, creo que lo que incomodó a mi rubito fue el gesto necesario del ambliope en su mirar confuso, como si aquello que estaba en el suelo fuese de poca monta, seguro que se sintió insultado y le dio con todo lo que tenía a mano. Pero Manuel estaba bien armado y, con su pica recién afilada, dio un manotazo hacia abajo dando a Ángel en algún lado. Pensaba ingenuamente que entre los dos se pondrían de acuerdo, como pasaba con frecuencia entre ellos, sin que yo interviniese, y los observaba desde mi mesa mientras atendía a otros.

Espantada me levanté inmediatamente. Entre los dedos de mi Ángel corría sangre. Seguro que le había dado en todo el ojo, se habría quedado sin sus dos azules y grandes ojos. Todo ocurrió en unos instantes: salí con el gitanito en en brazos, corriendo por el pasillo, con rabia e indignación, hablé con el conserje, que era el que estaba más a mano:

- "Esto no puede ser, tantos niños problemáticos juntos y yo sola, tenía que ocurrir algún dia, quiero que venga el inspector rápidamente, esto no puede seguir así".

Y vino.


Ángel no tenía nada grave. Un picotazo en la frente que sangraba escandalosamente. Con betadine y un parche se solucionó pronto. Y todo volvió a la feliz normalidad.


Cuando acabó el curso alguien me preguntó:" ¿Quiere seguir con ellos el año que viene?". Yo me quedé sorprendida porque consideraba aquello algo disparatado y mal hecho. Pero la verdad es que sí me gustaría seguir, a cualquiera le interesa un destino en la capital y no andar recorriendo la geografía.Tenía en aquel momento serios motivos para estar cerca de casa. Y dije:" Si, me gustaría seguir, pero solo si alguien que sabe de qué va esto me explica cómo debo hacer".La respuesta fue:" Es que la persona que más sabe de ellos es usted". Y con esa respuesta no quiese seguir. Me fui a Fuengirola y allí puede saber más sobre otro niño inolvidable de aquella veintena que se llamaba Fermín.


Si has leído el texto sabrás cuál es el indio de Ángel, ¿verdad?. Se fue de extra con otros colegas. Sí , es ese, exactamente igualito.

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